El conjunto de teorías elaboradas por Carl Gustav Jung recibió públicamente el nombre de Psicología Analítica en 1913 para diferenciarlo del Psicoanálisis freudiano. Es igualmente conocida por Psicología de los Complejos, o Psicología Profunda por la importancia que cobraron tanto el inconsciente personal como el colectivo.
Jung vino al mundo en una época de gran dinamismo y cambio en muchas disciplinas gracias a hombres arrojados, tenaces e inteligentes que se atrevieron a romper con lo establecido: inventos y avances en el campo de la ciencia, medicina, tecnología y arte.
Fue un gran científico, un científico descriptivo más que teórico. Lo demostró ampliamente por el abordaje a todo el material que investigaba y estudiaba.
Construía modelos a partir del análisis de los sueños (tanto de sus pacientes como propios), del estudio profundo de los mitos, cuentos populares y de hadas, de sus exhaustivas lecturas sobre arte, religión, historia, antropología, etnología, alquimia y diversas ramas de las ciencias puras como la física y las matemáticas y –no hay que olvidarlo- de sus propias vivencias como hombre y clínico. Su sistema fue fiel al método científico: observación, descripción y construcción de modelos a partir de las hipótesis que fraguaba. Su pensamiento fue profundo, amplio, intuitivo.
La definición que daba de sí mismo fue: “la familia y la profesión continuaron siendo para mí la base a la que siempre podía regresar y que me demostraba que era un hombre corriente que existía realmente”. Esta frase, desde nuestra óptica, sintetiza su modestia y aprecio por los valores que le servían de anclaje, pese a los errores que pudo cometer en su vida. Amante de la naturaleza y de los animales, siempre llevó consigo al hombre bucólico de su Suiza natal.
Principales conceptos junguianos
El test de Asociación de Palabras – cien palabras a las que se solicitaba asociaciones, repetidas en dos vueltas y cuyas respuestas eran cronometradas – fue inventado por Jung para demostrar la noción de complejo. Posteriormente dio lugar al polígrafo. En palabras de Jung “complejo” es “la imagen de cierta situación psíquica que tiene un fuerte acento emocional y que además es incompatible con la actitud habitual de la conciencia.” Es necesario para nuestra evolución psíquica, independiente de la voluntad, y su origen está en “un trauma, un shock emocional o algo parecido que provoca una fractura en la psique” dentro del marco del inconsciente personal. Jung opinaba que no era tanto que nosotros tuviésemos complejos sino que ‘ellos nos tenían’.
Posteriormente cayó en la cuenta de que había otras ideas que parecían extenderse a algo más amplio, algo universal y que existía en muchas otras culturas. A esta imagen la llamó arquetipo, pero hemos de reconocer que a veces sus definiciones son confusas ya que fue ampliándolas a medida que investigaba en ellas como es propio del científico. El número de arquetipos es innumerable: la muerte, la vida, Dios, Padre, Madre, Puer, Sénex, la Virgen, Satán, etc. Por su cualidad universal podríamos pensar que se hereda de algún modo, pero Jung dice tácitamente: “no se trata de ideas heredadas, sino de posibilidades de ideas heredadas”. Por ejemplo, si nos estamos refiriendo al arquetipo Madre podríamos referirnos a la madre como Tierra, Iglesia, Patria o la figura mítica Deméter. Cualquiera de estas imágenes trasciende a la madre personal y al mismo tiempo la contienen por la evocación en nosotros de acogimiento, cuidado, nutrición, protección, seguridad.
Como podemos ir deduciendo los arquetipos no son ni buenos ni malos, pero al igual que los complejos son necesarios para el desarrollo de la psique y, en el caso del arquetipo, para facilitar el proceso de individuación que –desde la visión de Jung- se corresponde con los diferentes pasos del proceso alquímico para alcanzar la piedra filosofal o imagen arquetípica de la totalidad. En palabras menos técnicas, para alcanzar una más amplia madurez como individuos.
Por lo tanto el proceso de individuación nos ayuda a diferenciarnos de lo colectivo con el fin de apreciar nuestra unidad indivisible personal, separada de los demás, una totalidad, un Unus Mundus que se produce gracias a la unión de los opuestos y al nacimiento de nuevas posibilidades. Contrario a lo que pueda parecer no es un proceso de aislamiento sino de separarse para saberse único y a la vez perteneciente a lo colectivo.
Sí-Mismo en forma de círculo
Jung denomina al arquetipo que conduce a la totalidad el Sí-Mismo. Incluye tanto lo vivido como lo no vivido o lo que está por vivir. Se expresa en los sueños, mitos o cuentos en forma de héroe, rey, profeta, salvador, o de animal o de algo espectacular como Dios en forma de zarza ante Moisés. También puede aparecer en forma de círculo o cuadrado o de imagen de los opuestos (hermanos hostiles, héroe y su enemigo, Fausto y Mefistófeles, Caín y Abel).
Sí-Mismo en forma de rey
Se le podría llamar también el “Dios dentro de nosotros” porque la experiencia con este arquetipo es de carácter sagrado, místico, propio de las revelaciones religiosas. Su función es diferenciar los aspectos inconscientes para poder luego integrarlos y proseguir el camino hacia la totalidad interna.
Dios Hermes
La sicigia animus/ánima representa tanto un complejo personal como una imagen arquetípica. El animus es un aspecto o ‘sello’ masculino integrado en la mujer que presenta a lo largo de la vida cuatro etapas: el atleta u hombre fuerte, el independiente/emprendedor, la palabra encarnada en el profesor o sacerdote, el guía o psicopompo personificado mitológicamente por la figura de Hermes. El ánima es el aspecto femenino integrado en el hombre y se corresponde a las siguientes cuatro figuras según la etapa de desarrollo: Eva (la madre), Helena (la imagen sexual colectiva), María (lo religioso y duradero) y Sofía (la Sabiduría).
A los aspectos ocultos o inconscientes –bien porque el ego los ha reprimido, bien porque nunca los ha reconocido- tanto positivos como negativos, Jung los llamó sombra.
Reconocer la sombra en nosotros es imprescindible en psicoterapia profunda y aparece en nuestra relación con alguien de nuestro mismo sexo, tanto en la vigilia como en los sueños. Sin este reconocimiento y aceptación permanecemos patológicamente polarizados, estancados en nuestro proceso de desarrollo. Si nos identificamos con su lado negativo caemos en una inflación negativa del yo o en un sentimiento de inferioridad moral.
También podemos quedar identificados con la persona o máscara como “complejo funcional que surge por razones de adaptación o conveniencia personal”. Son ideales de personalidad, rasgos y actitudes con los que nos mostramos al mundo, nos permiten relacionarnos, pero si estamos muy identificados con este aspecto ‘persona’ no vivimos con autenticidad, sino que actuamos en función del deber, de lo socialmente correcto.
Bases filosóficas y científicas de la psicología profunda
Carl G, Jung junto a Mircea Eliade
Muchos autores influyeron significativamente en el pensamiento junguiano: filósofos, escritores, pensadores, médicos de diversas especialidades, físicos, matemáticos, místicos, teólogos e historiadores. Hombres – antecesores y coetáneos- que pertenecieron tanto a la cultura occidental como a la oriental. Su carácter abierto y flexible, la seriedad con que desempeñó su profesión, siempre alerta a la ampliación de la consciencia, le permitió citar con humildad sus fuentes como queda reflejado en su obra.
Entre los filósofos y escritores destacaremos Heráclito, Platón, Kant, Hegel, Schopenhauer, Nietzche; el sinólogo, teólogo y misionero Richard Wilhelm; el poeta, dramaturgo y científico Goethe y el filósofo, novelista e historiador de las religiones Mircea Eliade.
G. von Schubert
En el mundo de la medicina citaremos al psiquiatra Pierre Janet, discípulo de Charcot, y muy especialmente a Sigmund Freud a quien Jung admiró profundamente a pesar de sus desencuentros.
Se sintió atraído por la naturaleza, la teología y los temas marginales. No nos extraña pues que la obra de Gotthilf von Schubert, médico, botánico y naturalista alemán llamase su atención ya que además era un estudioso del mundo onírico, la clarividencia y el magnetismo animal.
La ciencia pura tuvo igualmente su influjo en la persona y obra de Jung. Compartió con el matemático Kurt Gödel la idea de que los números van más allá de la lógica y que son arquetipos de la mente. Con el físico y matemático Rudolf Clasius su principio de la entropía, que etimológicamente significa evolución. Este autor sostenía que las transformaciones son posibles a causa de las diferencias de intensidad, idea que Jung trasladó a la personalidad: “Después de las violentas oscilaciones del comienzo, los opuestos se igualan entre sí y se desarrolla, gradualmente una nueva actitud cuya estabilidad final será proporcional a la magnitud de las diferencias iniciales. Mientras mayor sea la tensión entre los pares de opuestos, mayor será la energía que provenga de ellos”.
Carl G. Jung junto a W.E. Pauli
El físico austríaco Wolgfang Ernst Pauli fue alguien relevante en la vida de Jung. Premio Nobel de física en 1945, Pauli mantuvo una interesante correspondencia con Jung y colaboró con él para desarrollar un enfoque de la realidad que englobara lo físico y lo psíquico. Ambos investigadores coincidieron también el concepto de la sincronicidad Como ejemplo de esta noción se suele citar el hecho que relató el actor Anthony Hopkins que antes de comenzar el rodaje de la película La mujer de Petrovka busco la novela en la que se basaba el guión, sin éxito. Estando un día en una estación de metro encuentra ese libro en un banco. Al cabo de dos años, en el rodaje de la película, Hopkins le cuenta al autor del libro (Feifer) lo sucedido. Lo sorprendente es que el escritor había perdido un ejemplar del libro por esas fechas. Comprobado el ejemplar, quedó claro que se trataba de su libro porque el autor había hecho anotaciones de su puño y letra.
Nos es imposible detallar todas y cada de una de las personas que ocuparon un lugar relevante en el desarrollo de su obra, pero confiamos en que esta breve muestra dé fe de la complejidad y profundidad de su pensamiento que no cesó de “perfilar” hasta el final de sus días.